Monegros 2025: el desierto se convierte en epicentro mundial del techno durante 22 horas de puro descontrol

El Mundo

A más de 100 kilómetros de Zaragoza, en medio de la nada más absoluta, un oasis de baile y descontrol se erige sobre el desierto. Monegros Desert Festival ha vuelto a arrasar un año más, con más de 50.000 personas capaces de desafiar el calor más extremo para no fallar a su cita anual con la música electrónica. 22 horas de locura absoluta, sin descanso, en las que la localidad de Fraga (Huesca) se ha convertido en el epicentro mundial del techno en todos sus estilos y formas (para los que son capaces de distinguirlas), congregando a fieles llegados de todas las partes del mundo. Da igual la edad, la procedencia e incluso el nombre; en Monegros todo el mundo tiene cabida, porque el único objetivo es disfrutar hasta el amanecer.


Es el caso de Miguel, quien a sus 42 años bota como si no hubiera un mañana en el escenario Unreal Dust, uno de los espacios más reconocidos del festival. "No sé ni cuántas veces he venido ya. Esto es una tradición en mi vida, porque el ambiente que hay aquí es algo que se ha vuelto necesario para mí. Cada verano me reservo el fin de semana de los Monegros, lo doy absolutamente todo hasta que cierra y el domingo me paso la tarde durmiendo. Ya me tengo que pedir libre el lunes en el trabajo para poder descansar", explica entre bailes y tragos a su cubata.


Esta es la XXXII edición de uno de los festivales más históricos de España, tiempo suficiente, a pesar del parón que vivió entre 2014 y 2020, para ser capaz de dejar huella entre diferentes generaciones. Su comienzo se remonta a 1994, cuando Juan y Cruz Arnau decidieron continuar con el legado familiar e iniciar un encuentro casual para quienes, en la ya lejana época del Bakalao, tomaban la música electrónica como una religión. Ellos son los dueños de esta fiesta, de Florida 135 (la discoteca más antigua del país) y de El Row, con el que han sido capaces de conquistar Ibiza.


La realidad es que, en Monegros, cuando el polvo lo permite, se respira un ambiente diferente, muy alejado de otros festivales veraniegos. Nada más bajar del autobús que transporta a cientos de asistentes desde Zaragoza, el desierto te acoge con los brazos abiertos y te invita a disfrutar. Cientos de coches están aparcados en los aledaños del recinto y, alrededor de cada uno de ellos, un grupo de personas comienza a bailar y beber para coger ritmo. Es solo el comienzo, apenas son las seis de la tarde.


"La previa es sagrada en un festival tan largo como este. Aquí comemos, bebemos y empezamos a coger el punto hasta la hora de pasar. Llevamos muchas ediciones viniendo y lo que mejor hemos aprendido es que hay que tomárselo con calma. Si pasas a las cinco de la tarde a darlo todo, lo normal es que a la medianoche no puedas más y eso no se puede permitir; aquí hay que aguantar hasta el final", comenta Carles, quien se ha desplazado desde Barcelona para disfrutar del espectáculo.


Una vez dentro, después de pasar un exhaustivo control de seguridad, comienza el juego y es el momento de que cada uno elija su propia aventura. Existen varias opciones entre sus 13 escenarios. El Unreal Dust, donde el mencionado Miguel disfrutaba al filo del atardecer, es un espacio rodeado de contenedores industriales que sirven de graderío para que el DJ de turno esté completamente arropado.


Otros como la Techno Cathedral o Awakenings están montados en el centro del recinto, funcionando como puntos de control entre escenario y escenario. Porque donde el público para y se establece es en el Industry City, uno de los stages principales y donde se forman largas colas para acceder.


"Mi intención es pasar aquí el mayor tiempo posible, porque este escenario me lo da todo. Aquí es donde pinchan DJs como Serafina o Adrian Mills y es que te juro que necesito verlos. Le he pedido a mis amigas que no se muevan de aquí, es que no puedo perdérmelo", comenta Laura, de 25 años, en su primera vez en el desierto.


Y, por supuesto, en esta especie de tour, no puede faltar el avión. Imagínese un Airbus 330 plantado en mitad del desierto, sin nada en su interior más allá de un DJ y cientos de personas saltando y bailando sin parar. Si no es capaz de hacerse una ligera idea, le recomiendo acudir al Monegros Desert Festival, porque aquí todo es posible.


Tan bueno es el ambiente y tan potente es la fiesta, que muchísimos de los DJs más importantes del mundo de la electrónica ansían pinchar aquí. Este año, auténticas eminencias de este estilo musical como Fátima Hajji, Nico Moreno, el británico Ben Sims o I Hate Models, junto a otros 150 artistas, han hecho vibrar hasta la extenuación a un público completamente entregado.


Pero si está leyendo esto durante la mañana del domingo, lo normal es que se pregunte: ¿cómo esta gente es capaz de aguantar tantas horas de locura manchados de tierra hasta las cejas? Marcos Rodríguez, otro asistente con experiencia en el festival, lo explica: "Es importante venir equipado con barritas energéticas, cafeína o lo que se te ocurra, porque es verdad que llega un momento en el que las fuerzas empiezan a faltar. También hay gente que consume otras cosas, no te lo voy a negar (ríe), pero nosotros somos sanos y solo bebemos, por lo que hay que tirar de ese tipo de cosas para resistir".


Con el paso de las horas, el paisaje post apocalíptico de los Monegros comienza a ser invadido por un espectacular show de luces que se van apagando con el amanecer. Ahí solo permanecen los valientes que, siendo más polvo que personas, no cesan en su empeño por seguir bailando. Cansados, con los ojos entre cerrados y sin casi poder hablar, no paran. Porque el Monegros Desert Festival es la clara representación de que el gusto por fiesta es irrefrenable en este país. Y, mientras sea en un ambiente como el que se respira en este páramo, que así siga durante años.