Yo sobreviví al Monegros Desert Festival

El Generacional

Cuna y escenario de la escena de la música electrónica, el Monegros Desert Festival ha celebrado este año su trigésimo aniversario, y lo ha hecho a lo grande. Y es que el Monegros es una «raverbena», como nos lo describe Juan Arnau, creador del festival en 1984.

El Monegros se ha convertido en ese espacio alejado donde se pierden aquellos que no pueden parar de bailar, que ni con los pies ardiendo y los ojos rojos por la tierra del desierto van a dejar de sentir el bass del bafle y solo cierran un festival cuando sale el sol. Porque al desierto del Monegros se viene a sobrevivir.

El Monegros Desert Festival: una experiencia extrema

Son las dos del mediodía y el sol de finales de julio cae como fuego sobre Fraga, pero la música ya resuena en el desierto, y sus primeros asistentes (que son miles) ya están en primera fila. Paco Osuna abre el festival en La Catedral, un stage que se convirtió en lo que su propio nombre proclama: un lugar de culto donde rezar y venerar a una persona en un altar. Detrás de él, le siguieron Indira Paganotto, Ben Sims, Sam Paganini, Kobosil y Klangkuenstler, entre muchos otros. Porque quien no conoce a Dios, a cualquier santo le reza.

Con los zapatos llenos de tierra y el ánimo por las nubes, nos acercamos a The Moon x Blackworks, un escenario inmersivo que, si de día te aprisiona con el drum’n’bass de Sub Focus o Andy C, de noche te sumerge en una experiencia audiovisual para viajar a la luna con el techno e IDM de Shlomo hasta el dark techno de vanguardia de 9999999, un b2b de Charlie Sparks y Parfait y un set de cierre con el hard e industrial techno de Nico Moreno, una bomba que explotó con la salida del sol. 

El Pajar y el Corral son los escenarios dónde nació todo, un homenaje a los inicios del festival con los sets de Save The Rave, Kursiva, un b2b de Dan Shake con Sally C o Seth Trollex, entre otros muchos. 

Si se dice que este festival es extremo no es por decir, y es que el Industry City es un escenario hermético con lanzallamas en lo alto de sus muros. Un espacio perfecto para el techno industrial con dos escenarios, uno en colaboración con DC y el segundo con Kierewiet. Aquí retumbaron las paredes con los sets de Patrick Mason, Collision, Anetha y Héctor Oaks, entre otros sets que metieron ruido durante las 22 horas que dura el festival. Eso sí, al ser cerrado había cola, y eso significará algo, ¿no?

El escenario de elrow es el segundo más grande de esta edición. Con 35 metros de anchura, se transforma en todo un espectáculo visual al caer la noche: mappings y todo tipo de figuras hinchables que brotan del escenario hacia el público. Un escenario que equilibra los sonidos más oscuros del festival con un house-tech actual con sets de Marco Faraone, Vintage Culture, Paco Osuna o Ilario Alicante.

I Hate Models en el escenario Sound System en el Monegros Desert Festival 2023 | Fuente: monegrosfestival.comI Hate Models en el escenario Sound System en el Monegros Desert Festival 2023 | Fuente: monegrosfestival.com

Pero todavía queda mucho por descubrir en el desierto. El Sound System Temple, el escenario principal del festival y el que mejor sonoridad tiene de lejos (de forma literal), acogió los versos de Fernando Costa, la mezcla de dub y reggae del dúo Iseo & Dodosound, el rap estadounidense de Wu-Tang Clan, el grupo australiano de drum’n’bass Pendulum, Amelie Lens y I Hate Models. Un line up que podría encabezar un festival entero por cuenta propia. 

Andrés Campo y Kase.O cerrando el Monegros Desert Festival 2023 | Fuente: monegrosfestival.comAndrés Campo y Kase.O cerrando el Monegros Desert Festival 2023 | Fuente: monegrosfestival.com

Se acerca el cierre, la despedida. Y todo el Monegros se agrupa en el escenario principal para ver al oscense Andrés Campo, quien ya lleva muchas ediciones a sus espaldas, para regalar una última sorpresa: la aparición de Kase.O, quien lo acompañó en dos de sus canciones, Ringui Dingui Mitad y Mitad. El público enloquece y la arena del desierto se levanta, una vez más, para el apoteósico cierre del Monegros Desert Festival. 

Una experiencia extrema, sí, pero una experiencia única. Bailar en el desierto no se hace todos los días, y menos con un line up tan minuciosamente cuidado y con una escenografía del nivel que tiene este festival. Un espacio que congrega amantes de la música electrónica, el techno, el hip-hop y el reggae en un mismo lugar donde la fiesta y las ganas de pasarlo bien están por encima de todo lo demás. Por ello, hoy puedo decir que yo sobreviví al Monegros, y hasta el año que viene. 

La historia detrás del Monegros: el legado de los Arnau

Quizá pocos habrán escuchado hablar de este apellido, pero seguro que sí te suena más el jolgorio que montan. Creadores del Florida 135, el Monegros Desert Festival y las fiestas de ElRow, la familia Arnau lleva décadas poniendo a la gente a bailar. 

Juan Arnau nació en Fraga en 1956. Él dice estar muy orgulloso de ser de pueblo, pero no quiere ser un pueblerino, ni que sus locales lo sean tampoco. En el mejor sentido de la palabra, Arnau quería ampliar los horizontes de su tierra con lo que él vivía fuera de allí: raves y fiestas donde la gente disfrutaba de la música y la noche sin prejuicio ni preocupación. Por ello, en 1994 decidió organizar una fiesta en la parcela de su familia. Aquello que empezó como algo transgresor e incluso mal visto, hoy se ha convertido en el Monegros. Sin embargo, 30 años después, la esencia es la mima: “Si tú quieres tener un festival familiar, cercano y estar encima de la gente, tienes que tener las ideas claras. Es como la cerveza, da igual que tengas dos dedos o un vaso lleno, la calidad de la cerveza es la misma. Nosotros empezamos con 300 personas, y hoy somos más de 50.000, pero la base es la misma: fiesta, diversión, cercanía y que todo el mundo se sienta en familia. Y esto es lo que pretendemos”, nos cuenta Juan Arnau con la música del festival de fondo. 

“EN MI FAMILIA LLEVAMOS DESDE 1870 DANDO GUERRA, Y EL MONEGROS ES UNA GRAN FIESTA. LO QUE VES AQUÍ ES GENTE DÁNDOLO TODO EN LA PISTA DE BAILE, MUCHO POLVO Y POCO POSTUREO”.

En paralelo al trigésimo aniversario del festival, Juan Arnau ha publicado Bailar en el desierto, una novela donde explica la primera parte de la historia de las seis generaciones que han construido el imperio de los Arnau, y todo lo que han vivido sus antepasados en el mundo del entretenimiento, desde el 1870 al 1968: “mi tatarabuelo compró esta finca en 1870, y ahora es justo donde se celebra el festival”.

Sin embargo, con las historias que Arnau narra en el libro, también vemos transgresión, la evolución de la industria del entretenimiento y la importancia de estos espacios para determinados movimientos sociales: “quería hablar sobre qué nos ayudó a los jóvenes a relacionarnos y a progresar a través del baile. Observando una pista de baile puedes descubrir más de lo que piensas, y yo llevo haciéndolo muchos años. Es un reflejo de la interacción entre los jóvenes, que no era igual durante la etapa de la música disco, que con la movida madrileña, a cuando apareció el techno o con la evolución de las drogas, de la cocaína y la heroína a las drogas de diseño como el éxtasis. Y fueron estas fiestas, precisamente, un espacio seguro para la liberación de la mujer, que pasaron de los salones de baile donde esperaban a que un hombre las sacara a bailar, a las discotecas, donde las chicas podían fumar, beber, bailar y besarse con quien quisieran. Eso fue una revolución. Y todo esto forma parte de una historia que nadie ha explicado”. 

Al final, Arnau siempre ha tenido claro su objetivo: entretener. Y lo ha hecho a lo grande, innovando y creando un producto único con el que la gente se lo pase bien. “En mi familia pensamos que siempre lo podemos hacer mejor, pero queremos seguir entreteniendo desde la cercanía y luchando para que la familia del Monegros siga creciendo”.