Los Arnau, la dinastía de la fiesta

La Vanguardia

Librarse de la mili siempre ha sido un arte. Los resquicios legales eran varios: pies planos, miopía, astigmatismo… Tener dinero o hacerse amigo de un doctor eran otras de las vías factibles. Pero luego había los que no solo querían hacerla, sino que pedían repetir, como Josep Satorres, un joven que en el siglo XIX fue destinado a Madrid y quedó prendado de la ciudad y de la fiesta. Hasta tres veces se alistó al ejército con tal de poder quedarse en la capital para disfrutar de sus bares y cabarets. A la cuarta, lo devolvieron a su Fraga natal, Huesca, donde decidió acabar con la tradición familiar agricultora y abrir el café Josepet, que convirtió en el centro neurálgico del municipio.

Empezaba así una dinastía de emprendedores dedicados al espectáculo, que ya va por la sexta generación y que, desde la humildad más absoluta, han contribuido a cambiar y hacer evolucionar el sector del entretenimiento en España, con emblemáticos locales como la discoteca Florida135, los cines Florida y Victoria, este último ahora reconvertido en parking, o el festival tecno del desierto de los Monegros.

El empresario Juan Arnau recuerda la trayectoria empresarial y familiar en el libro ‘Bailando en el desierto’

Juan Arnau recuerda con cariño a su tatarabuelo desde la espectacular y alucinógena sede de Elrow, en Pedralbes, donde recibe a sus invitados junto a una estatua de Groucho Marx, con una sonrisa y una niebla como la que usan algunos cantantes en sus conciertos. “Es una forma de decirles que, en cuanto entren por esta puerta, empieza el show”, explica a La Vanguardia .

El empresario aragonés, ya retirado, creó Elrow junto a su esposa María Cruz Lasierra, uno de los fenómenos del ocio nocturno más populares y rentables de España y del mundo, pues factura alrededor de los 33 millones de euros anuales. Sus fiestas itinerantes, que hasta hace no tanto tenían su local propio en Viladecans, donde se empezó haciendo sesiones matinales, son más que simple música. “Son diversión”, especifica. En ellas se puede ver desfilar a zancudos, gigantes y a otros extravagantes personajes.

Sus hijos, Juan y Cruz, junto al empresario Vicens Martí, son quienes están ahora detrás de este conglomerado y del Monegros Desert Festival, que este 2023 está de 30 aniversario, lo que les ha llevado a construir una obra de ingeniería que han bautizado la ‘Catedral del Tecno’, y de la que se podrá disfrutar a partir de julio. 

“En el año 1993 nos juntamos 200 amigos en la finca de Las Peñetas, la misma que perdió mi antepasado Josepet jugando a las cartas pero luego recuperó, para celebrar una barbacoa y la cosa creció tanto que este pasado verano ya fuimos unos 55.000”. De estos, unos 25.000 asistentes fueron extranjeros, lo que evidencia el trabajo y obsesión de la familia por internacionalizarse.

Aunque la música y el baile los tiene siempre presentes, Arnau opta por salir de su zona de confort y lo hace ahora adentrándose en la literatura, pero “no con el afán de convertirme en escritor, sino de compartir nuestras alocadas vivencias, que bien darían para una película”. El resultado es Bailar en el desierto (Grijalbo), una novela que acaba de llegar a las librerías (y de alcanzar en pocos días su segunda edición) y que confía algún día ver en la gran pantalla —ya está en negociaciones para ello—, en cómic e, incluso, convertirla en musical. “Tiempo al tiempo, soy cabezón”, reconoce sonriente.

Desde uno de los sofás de la mansión barcelonesa, dedicada en exclusiva a la gallina Rowgelia, la mascota oficial que luce gigante en el jardín, recuerda a sus antepasados y su infancia feliz. “Vivía en el cine Victoria y crecí con las orquestas al lado. He mamado desde pequeño tanto las fiestas como el cine, que, muy a mi pesar, creo que tiene los días contados. Y he visto cómo la discoteca Florida 135 se convertía en todo un símbolo del país por ser de las más modernas y transgresoras del momento, pues pasaban por allí muchos DJ que luego se iban a festivales como el Sónar. Antes, cuando el recinto era un salón de orquestas, acogimos a Antonio Machín y Xavier Cugat”.

Su esmero por intentar adelantarse a su época con cada uno de los negocios que la familia regentó, llevó a Arnau y a su mujer (“vamos juntos a todos lados”) a viajar por todo el mundo para conocer nuevas tendencias, llegando incluso a colarse en raves ilegales. Este esfuerzo se vio compensado con la asistencia masiva de público a sus locales y celebraciones. 

“Eso es gracias a que seguimos dos lemas que ya entonces tenían Josepet y mi abuelo y que han pasado de generación en generación. El primero, asegurarse de que la gente se divierte y baila, ya que, si no lo hace, el negocio no funciona. La otra es básica: o innovas y trasgredes, o estás muerto. Es muy importante escuchar a las nuevas generaciones. Estas ya no tienen cultura de club. De hecho, muchas discotecas, sobre todo las macros, están desapareciendo. Podría mirar hacia otro lado y decir que esto ya no es algo que me compete. Pero no es así. Es importante observar. Los jóvenes prefieren coger un avión e irse de festival. Es algo que mi generación no podía hacer, pero la de ellos sí. Podemos lamentarnos de que no vienen ya a los locales o intentar buscar un plan B. Y creo que ya sabes qué opción elegimos siempre los Arnau”.