Juan Arnau: déjame entretenerte

ROCKDELUX

Retirado desde hace ya una década, entrega ahora su debut literario, “Bailar en el desierto”, un tributo a su familia, pero también al noble arte de divertirse. Pasen, lean y, sobre todo, disfruten. “Los espectáculos no son ni buenos ni malos, simplemente son entretenidos o aburridos”. Con esta cita del abuelo del autor se abre “Bailar en el desierto” (Grijalbo, 2023).

Juan Arnau (Fraga, 1956), sin duda, sabe hacer espectáculos entretenidos, pues forma parte de la quinta generación de una dinastía entregada al mundo del espectáculo, además de ser considerado uno de los popes en eso de la música de baile patria, al haber sido el alma de Florida 135 –uno de los mejores clubes de la historia– y del festival Monegros. Retirado desde hace unos años, y habiendo cedido el testigo a su hijo, Juan Arnau Jr. (artífice de las fiestas elrow, marca colorida, hedonista y ciertamente entretenida), ha usado estos últimos años para tejer una saga familiar novelada sobre los hitos y caídas en desgracia de un linaje que, a través de sus ojos y el sudor de su frente, ha visto cómo el entretenimiento nocturno ha ido mutando a lo largo de las décadas. “Bailar en el desierto” no solo es una novela histórica sobre tan ilustre familia, sino también un recorrido por la historia del entretenimiento, desde los bailes de salón hasta las raves y los festivales. Desde que el libro salió a la venta el pasado 11 de mayo, no ha hecho más que ocupar posiciones de privilegio en las listas de ventas de las principales librerías, codeándose entre Carmen Mola y Albert Espinosa. Hablando en plata: en pocos días, ya ha alcanzado su segunda edición. “Jugábamos con bastante ventaja porque aprovechamos las redes sociales de elrow, Florida y Monegros”, explica en llamada telefónica el autor. “La repercusión ahí ha sido mayor a la de un escritor normal. Creo que mucha gente lo ha comprado como un artículo de ‘merchandising’ y a modo de coleccionismo”.

Tampoco es desdeñable el amplio público de este libro, que puede apelar tanto a los interesados en novela histórica, uno de los géneros fetiche de este país, como también a los fans de Laurent Garnier. La portada, de hecho, cuenta con una ilustración que sugiere tener entre manos un melodrama de época, pero la solapa incluye citas de Ricard Robles, Javier Blánquez y Luis Lles, todos ellos firmas históricas de Rockdelux y gente que sabe un poquito de esto de la música de baile.“La idea siempre fue hacer una novela amable, entretenida, divertida. Lo puede leer todo tipo de público. Al final estamos hablando de cinco generaciones de nuestra familia y de la historia del entretenimiento a través de sus vidas. Cómo han pasado por nuestros locales y eventos tantas generaciones. Creo que este libro apelará a muchos de ellos porque unos lo recordarán porque han asistido, mientras que otros habrán hecho uso de locales muy parecidos”. Es, pues, una gran obra que abarca diferentes formas de entretenimiento, esencialmente nocturno, desde las partidas de cartas a la aparición de las primeras discotecas, pasando por los cabaret y los music hall. De 1870 a 1961, culminando con la actuación de Xavier Cugat, quizá el mayor hito jamás conseguido por esta familia. Es un antes y un después que posibilitó a los editores de Grijalbo separar el monstruoso manuscrito de Arnau en dos partes. Ya se está trabajando en su continuación.


¿Cómo empieza todo? ¿Cómo dices voy a hacer de la historia de mi familia una novela?

Yo me retiré hace unos años por decisión propia, porque me di cuenta de que sobraba y porque creo que en el mundo del entretenimiento has de saber cuándo es momento de retirarse. Es muy difícil conectar con la gente joven. Me quedé con mucho tiempo libre, pero, como creo que mi vida y la de mi mujer han sido muy trepidantes, quise hacer una autobiografía, explicar lo que me ha pasado simplemente para que mis hijos fueran conscientes de ello. Pero inicialmente no había ninguna pretensión de publicarlas. Como tengo la suerte de haber vivido con toda mi familia en la casa de Josepet, mi tatarabuelo, recordé todas las cosas que viví en la finca familiar de los Monegros. Por cosas de la vida, me encontré con un cuaderno escrito por mi padre; sin decir nada a la familia, había escrito cincuenta o sesenta páginas acerca de nuestra historia. Ahí descubrí que mi tatarabuela era cantante con una orquesta ambulante que actuaba en chiringuitos improvisados donde su marido tabernero vendía vino a granel. Descubrir eso me emocionó mucho, que el entretenimiento viene de ambos lados de mi familia.

Todo esto lo envíe un día a las cuatro de la mañana, porque había escrito mil doscientos folios en una Hewlett-Packard antigua, a algunas de las editoriales más grandes. Pero nada de contactos directos, al info-arroba de toda la vida. Al cabo de más o menos una semana me escribieron de Penguin para decirme que teníamos que hablar urgentemente. ¡Pensaba que era mucho más difícil entrar en el mundo literario! Yo iba muy tranquilo porque cuando no perteneces a ese mundo lo único que puedes hacer es aprender. Yo sé cómo entretener a la gente en nuestros locales, pero no en sus casas. Me dijeron que estaba muy bien, pero que eso no interesaba a nadie salvo a mi familia, que lo que teníamos que hacer era una novela. Esto me superaba porque yo lo veía como un ensayo que interesaría como artículo de merchandising a mis clientes.

Por tus palabras imagino que no debió de ser fácil para un escritor novel como tú no solo abrirse paso por el mundo literario, sino también cambiar tanto el enfoque inicial del libro. ¿Cuánto tiempo te ha llevado completarlo?

He tardado cinco años en completarla. El tema en sí, la historia de mi familia, no me ha costado mucho. La única ficción que hay aquí es a nivel de diálogos, pero los hechos que explicamos son reales. Esto le da un valor de culto, es lo que intentamos transmitir a nuestros clientes, que puedan ser parte de esta historia. Incluso aunque no sean amantes de la literatura per se y simplemente hayan estado en Monegros y quieran saber más de lo que hay detrás de todo eso. Esto es la historia de una familia, de un pueblo pequeño, del amor por lo que hacemos, de ver a la gente bailar y divertirse.

La pregunta se responde sola, porque cinco generaciones dedicándose a un mismo negocio es algo extraordinario, pero allá va: ¿qué te obsesionó tanto sobre tu familia como para dedicarle un libro?

Ayer quise ver “Cinema Paradiso” (Giuseppe Tornatore, 1988) otra vez y me la puse en el salón de casa. Hay una diferencia de diez años entre cuando yo era joven y la época en que transcurre la película. Me veía reflejado en muchos instantes. Yo también estuve en las cabinas de proyección de nuestros cines, el Victoria y el Florida. Tanto mi familia materna como la paterna venimos del mundo del entretenimiento. Mi tatarabuelo materno montó un café cabaret, y mi tatarabuela paterna, como ya te he dicho, iba cantando por los pueblos mientras su marido iba vendiendo vino. Esta coincidencia histórica tan bonita me lo puso muy fácil para construir la magia de los diálogos. Es como si tuviese casi toda la obra hecha. Mis editoras siempre me han dicho que nuestra historia es bonita, pero además es real, lo que le da otra dimensión.

Así que si bailaste en Monegros, te gustará saber que la novela arranca con la partida de cartas que perdió mi tatarabuelo y que a la postre le hizo perder y luego recuperar las tierras donde se celebra el festival. O toda la logística de traer a Xavier Cugat desde Las Vegas, algo impensable hasta la fecha y un sueño realizado por mi abuelo, que desgraciadamente murió la noche antes de la actuación. Una de las mayores satisfacciones que me he llevado al escribir la novela es lo que disfrutan mis nietos con el libro en sus manos. Fueron entusiasmados a la Casa del Libro y lo llaman “el cuento del abuelo”. Pues eso, es una novela para todos los públicos. Sabemos que la oferta de SFX Entertainment sucedió, pero está claro que a lo largo de la novela te has permitido diferentes licencias literarias, como que el catalizador de toda esta novela sea una conversación con tu madre en la que trataste de buscar consejo sobre la venta del festival. Hay un 90% que es real y un 10% que es ficción. En lo que comentas de mi madre, hay una parte que es verdad y otra que no lo es. Piensa que hay algunos sucesos reales que de tan locos las editoras no los querían incluir, mientras que a otros les hemos tenido que añadir una pizca de magia para que funcionasen a nivel narrativo y resaltar la parte épica de aquel episodio. Pero no hemos puesto ninguna falsedad. Al final yo soy un escritor novel y un humilde promotor musical, así que me ha costado mucho entender los mecanismos de una novela, lo que quiere encontrar un lector. Al principio hice un ensayo acerca de la historia de la familia, pero luego ya introduje la temática de la historia del entretenimiento. Quise que la historia la contasen diferentes personajes, que yo solo actuase como hilo conductor, como nervio. Pero contar la historia de nuestras vidas no tendría sentido si nos hubiésemos dedicado a otra cosa.

Esta novela no existiría si lo mío fuese la industria farmaceútica, para entendernos. También he adornado estas anécdotas hablando sobre lo que han supuesto los cambios en el entretenimiento. Los cambios del teatro al cine, del cine mudo al sonoro, qué supuso traer a las primeras cabareteras a Fraga, un pueblo eminentemente agrícola tirado en medio de la nada. Creo que es bueno que los jóvenes que van a elrow y Monegros sepan cómo fue la historia del entretenimiento. Qué es todo lo que ha tenido que ocurrir para que ellos ahora puedan disfrutar de esto.

Y, hablando de diversión y hedonismo, el libro se abre con una cita sobre el espectáculo. ¿Por qué crees que esa palabra o el entretenimiento tienen una connotación casi negativa en ciertos círculos?

Luis Lles siempre dice que, aunque parezca mentira, la diversión es un asunto muy serio. Es de los temas humanos más importantes. Lo que sucede es que las connotaciones negativas las imprimen gente mayor, gente de cuarenta o cincuenta años. Es como si hubieran tenido una amnesia en la que se les olvida lo que habían hecho de jóvenes. Hablo sobre todo de amigos míos. Muchos de ellos me preguntan qué hacen sus hijos por la noche.

Y les respondo que hacen exactamente lo mismo que hacían ellos a su edad. Lo único que cambia es la música, las bebidas, el tipo de drogas y las formas de interrelacionarse. Por eso me atraía escribir una novela, porque es la primera vez que hemos tratado de entretener a gente mayor de sesenta o setenta años. Solo hemos tratado con gente joven, con las orquestas de Xavier Cugat y el DJ de turno. En todo este proceso había una cosa que me interesaba mucho, que es investigar quién fue la primera persona que pagó por ir a bailar. Y descubrí que fue en el siglo XVIII con el vals.

En ese momento ese baile estaba mal visto y estaba prohibido, porque era la primera vez que los danzantes se cogían del cuerpo. Era algo transgresor, casi delictivo, solo podían bailar los que estaban casados. Es algo que luego ha pasado con el jazz, el rock, la electrónica, el reguetón… Nunca ha habido una corriente a favor de los cambios en el espectáculo, siempre críticas. Al final la oferta de SFX nunca llegó a buen puerto, pero los cantos de sirena para comprar el festival sí llegaron a vuestros oídos. La diferencia está, eso sí, en que no habéis perdido el control sobre el negocio, que parecía condición sine qua non para estar en la toma de decisiones. SFX quería tener el control total sobre el festival, mientras que este fondo inversor, Providence Equity Partners, que también lo es de Sónar y de otros tantísimos festivales, no solo quería que nos quedáramos, sino que fuésemos parte del equipo asesor. Es un privilegio tener libertad de movimiento en este entorno en el que cada vez más estos fondos de inversión están absorbiendo el ecosistema festivalero. Para empresarios humildes como nosotros, sin grandes recursos económicos, es una tabla de salvación. No me canso de transmitir a nuestros hijos, además, que uno de los activos más importantes de nuestra marca es este componente familiar. Tenemos una historia que no se puede comprar. Siempre hemos querido transmitir un trato cercano, familiar y humilde. Siempre he pensado que en el mundo del espectáculo el ego no lleva a ninguna parte. El momento en que el promotor hace algo solo porque le gusta se está equivocando. Si lo hace dos veces se equivoca, y a la tercera se arruina. Hay que saber adelantarse al futuro, saber lo que quiere el cliente y hacer que se lo pase lo mejor posible.

Los Arnau siempre os habéis sabido adaptar a los tiempos. ¿Qué te dice tu intuición y tu inmenso conocimiento sobre lo que está por venir para el clubbing?

Esta misma pregunta se la hice a Xavier Regás, que fue el mejor decorador de espacios públicos, sobre lo que podría durar algo como el primer Florida, que él diseñó. Me dijo lo mismo que te puedo decir yo, que no soy adivino, pero que de lo que sí estaba seguro es de que la gente seguiría bailando de aquí a cien años. Si a mi tatarabuelo le hubiesen dicho que cien años después de comprar la finca de los Monegros estarían bailando ahí 60.000 personas durante veinticuatro horas le hubiese parecido poco menos que ciencia ficción. No sé, quizá en cien años estaremos bailando en Marte. ¡Al menos yo no lo veré! Yo ya he cumplido mi función en este ámbito y ahora se abre una nueva etapa con esto de escribir. Para mí sigue siendo una sensación extraña imaginarme a los clientes en sus casas y en solitario.

Lo que sí te puedo decir es que hay casos, como el de Afterlife, que me parecen una exageración de lo que eran los primeros videojockeys para hacer un gran espectáculo. Creo que no funciona. Creo que el DJ está pensado para que la gente baile, no para que vea. Por muy buenos que sean los visuales. Cuanto mejor son, peor es para la sala, porque la gente tiene la tendencia de quedar hipnotizada por las imágenes. Ver algo impide ser libre para bailar. Es un elemento distorsionador y creo que es un error a menos que el público esté advertido. Pero lo que está claro es que vivimos tiempos muy difíciles, y yo creo que sin el baile y el entretenimiento no los podríamos aguantar.

El trabajo de Juan Arnau como empresario de la noche ha sido ejemplar, tanto cuando estaba con las manos en la masa como cuando entendió que debía dar un paso al lado. Entre “Bailar en el desierto” y el traspaso de poderes a su hijo, Juan Arnau Jr., hay una correlación total. Escribir este libro no solo supone para el autor una reivindicación de su familia como gente de la noche (un caso, por cierto, nada común en el sector), sino también su manera de seguir apoyando el negocio por otro lado. Es como jubilarse sin jubilarse.

Y, oye, para haber empezado todo esto como un entrenamiento nostálgico para llenar las horas y siendo su autor alguien sin ningún tipo de pedigrí literario, este “Bailar en el desierto” ha acabado siendo una obra francamente entretenida. Pero, claro, no se podía esperar menos de alguien que siempre se las ha ingeniado para hacer que la gente se lo pase en grande. El libro, además, funciona a un montón de niveles. Como bien dice en la entrevista, es un producto formidable de merchandising para los technoheads que van a Monegros o cualquiera de las fiestas itinerantes de elrow –y eso que lo mejor aún está por llegar con esa anunciada segunda parte– y también apelará a quienes quieran conocer un poco mejor la historia del espectáculo en nuestro país durante los últimos 150 años. Pero la novela también es un monumento al ejercicio de la nostalgia como forma alternativa de entretenimiento. Una nostalgia que permite al lector echar la vista atrás hacia recuerdos como el primer amor, el primer baile, la primera vez que alguien sobre el escenario consiguió emocionarte.

A lo largo de estas páginas, y a la espera de que el techno invada Fraga y la finca familiar de los Monegros, Arnau rememora las actuaciones de estrellas de su tiempo como la cupletista La Bella Dorita (con un espectáculo, siempre dada ella al escándalo, sobre la vaselina y su utilidad en las noches de bodas), las ampollas que levantó el show de Antonio Machín en la gris España de los años cincuenta Generación de baile. Foto: Josep Rodenas“