Florida 135, Monegros Desert Festival, elrow… Son nombres que disparan automáticamente los recuerdos de miles de fans de la música electrónica de nuestro país. Resulta difícil que, si sueles acudir a eventos en los que se escucha este tipo de música, nunca hayas bailado en alguna de las fiestas organizadas por la familia Arnau. Hoy en día, su promotora organiza eventos por medio mundo, desde Las Vegas a Pekín, pasando por Lima, Sídney, Londres o Ibiza. En total 150 ciudades en 48 países. Tienen un millón de seguidores en Instagram y más de 150.000 en TikTok, pero seguramente que un porcentaje muy pequeño de todos ellos conocen la auténtica historia de cómo surgió todo esto en un pueblo de Huesca, Fraga, situado en un cruce de caminos fronterizo con Cataluña.
Es muy posible, sin embargo, que ese porcentaje pronto sea un poco mayor debido a que el actual patriarca de la familia, Juan Arnau, acaba de hacer un movimiento algo inesperado: publicar una novela, Bailar en el desierto (Grijalbo, 2023), en la que cuenta el camino que su familia ha recorrido en los últimos 150 años, desde que su tatarabuelo abrió un pequeño café de pueblo en la capital de la comarca del Bajo Cinca hasta el imperio internacional del entretenimiento que sus hijos capitanean hoy en día.
Realmente la historia de la familia Arnau es tan novelesca que parece salida de la imaginación de un guionista de Hollywood (y es posible que algún día la veamos en forma de película o serie). Pero es totalmente real, y resumir esos 150 años de historia suponía un reto que Arnau ha superado con creces. El discotequero, como él mismo suele autodenominarse a veces, ha sabido construir un relato entretenido e interesante que funciona prácticamente como una historia del ocio en nuestro país.
Todo comienza con José Satorres, Josepet, el tatarabuelo del autor, nacido en 1845 en una familia de agricultores de Fraga. A los 18 años, el chico tuvo que partir a Madrid para hacer el servicio militar. Allí descubrió un panorama muy diferente al de la Fraga de mediados del siglo XIX. El Madrid de la época isabelina estaba lleno de cafés cantantes y cabarets, una vida nocturna envidiable que fascinó al oscense. La perspectiva de volver a su pueblo le horrorizaba y renovó su compromiso con el ejército hasta en tres ocasiones a cambio de aguantar un tiempo más en la capital.
En 1870 no le quedó más remedio que volver y confesar a su padre que el campo no era para él. En Madrid había descubierto que había otras formas de ganarse la vida y lo que él quería era abrir un café en Fraga. Así nació el Café Josepet que con los años se convertiría en el centro neurálgico del entretenimiento de toda la comarca. Contaba con una cafetería en la planta baja y un club social en el primer piso. Allí actuaron algunos de los espectáculos que su propietario había visto en Madrid, para los que seguramente acudir hasta aquella localidad del Bajo Cinca debió ser toda una odisea.
Dificultades económicas
A pesar de que también hubo dificultades económicas (Josepet tuvo un serio problema con el juego que le hizo perder y luego volver a ganar hasta la finca de las Menorcas, en la que todavía hoy se celebra el Monegros Desert Festival), el fragatino consiguió mantener su negocio en pie hasta que murió sin nadie que quisiera hacerse cargo de él. Un año después, la familia volvió a reabrir el local bajo las órdenes de Antonio Durán, marido de la nieta de José. A partir de entonces, el negocio se llamó Bar Victoria y ya nunca dejó de crecer y evolucionar.
La expansión del negocio de los Satorres-Durán traza de alguna forma la historia del ocio en nuestro país: el Bar Victoria se convirtió en el Teatro Victoria al ampliarse hacia unos locales contiguos. En el teatro se realizaban actuaciones de variedades que jamás se habían visto por aquellas tierras, con los consiguientes escándalos. El teatro dio paso, unos años después, al Cine Victoria, donde se proyectaban películas mudas acompañadas por un pianista aficionado. El cine, como en todo el mundo, fue un gran éxito en Fraga y para albergar a todos los espectadores que llenaban la sala, especialmente en verano, Antonio abrió una terraza en la que también se proyectaron películas. En solo una manzana, la familia regentaba el mayor centro de entretenimiento de todo Aragón y parte de Cataluña.
Este éxito no pasó desapercibido para algunas personas, como por ejemplo Juan Arnau, que se instaló en Fraga en 1924 y acabó montando su propio cine, el Florida. La competencia con los Durán fue atroz hasta que ocurrió una de esas cosas que hacen que esta historia real sea tan especial: los hijos de ambos empresarios, Juanito y Pilarín, se enamoraron y se acabaron casando. Es por casualidades como esta que, cuando el Juan Arnau actual, hijo de esta pareja y autor de la novela, presentó a Random House un largo ensayo de más de 1.500 páginas con la historia de su familia, para que considerasen su publicación, las editoras le sugirieran que le diera forma de ficción. Un proceso que ha durado varios años.
Xavier Cugat y su orquesta en Fraga
Entre los momentos más destacables del libro está sin duda el relato de cómo los Arnau consiguieron contratar y traer a Fraga al músico Xavier Cugat. El nivel de las actuaciones que los Arnau traían a su pueblo cada vez era mayor. Los artistas llegaban desde Barcelona, de Madrid, pero pronto decidieron ir un poco más allá. A principios de los 60, y en un claro ejemplo de la voluntad de los habitantes de esas duras tierras, Juan Arnau se prometió que conseguiría traer a Fraga al música catalán Xavier Cugat, que por entonces ya era una gran estrella internacional y que solía actuar en Las Vegas. Las negociaciones con Cugat duraron años, pero finalmente consiguió traerlo a Aragón en el verano de 1962. Desafortunadamente, y en otro golpe digno de la novela más enrevesada, Juan Arnau murió el día de antes de la actuación, el viernes 3 de agosto de 1962.
Y es que no todo ha sido un camino de rosas para los Arnau. La familia se ha arruinado varias veces a lo largo de su historia. De hecho, la actuación de Cugat (acompañada de la muerte del alma del negocio), supuso la quiebra para la empresa debido al alto caché que cobró el catalán y al recelo de los bancos de seguir apostando por la familia fragatina. No obstante, como ya sabemos, el negocio continuó adelante y con los años llegaron nuevas encarnaciones y proyectos que quizá ya nos suenan un poco más: la discoteca Florida 135, que se inauguró en 1985 con decoración de Xavier Regás, el alma de mítico Bocaccio barcelonés, el Festival de Monegros en 1993 y finalmente el concepto de elrow en 2010.
Bailar en el desierto es toda una oda a la familia del autor y también al entretenimiento y a la pasión por divertir al público, algo que ha caracterizado a la familia Arnau durante generaciones. De hecho, según ha confesado, una de las mayores obsesiones de Arnau al escribir el libro ha sido que fuera entretenido. Objetivo cumplido.